domingo, 3 de junio de 2012


Cordel de las Vacas Bravas y río Yeguas



Recorrido: Desembocadura del río Yeguas, Acebuchal del Cordel de las Vacas Bravas

Inicio: Carretera A-3101 (antigua N-420) PK.4 de Villa del Río a Cardeña, en un pequeño ensanche (Camino del Manchao)

Final: Desembocadura del río Yeguas (Boca del Río)

Distancia aproximada: 2,6 Km. (ida)

Localización: Término Municipal de Montoro. Para llegar al Inicio de la ruta hay que coger la carretera A-3101 (antigua N-420) de Villa del Río a Cardeña, para ello tomaremos la salida 348 de la N-IV en dirección a Cardeña.

Clasificación: Ruta fácil, descenso algo acusado al principio. Es ideal para realizarla a pie y a caballo, aunque el primer tramo puede entrañar cierta dificultad para la bicicleta por la pendiente y pedregosidad del te­rreno.

 El Cordel de las Vacas Bravas es una vía pecuaria que une el municipio de Montoro con el de Marmolejo, ya en la provincia de Jaén. Tradicionalmente ha sido la ruta seguida por los romeros y las romeras de Montoro en dirección al Santuario de la Virgen de la Ca­beza, en la Sierra de Andújar.

Iniciamos el recorrido en la ca­rretera que une Villa del Río con Cardeña justamente en el punto kilométrico 4, donde no será di­fícil seguir la trayectoria del cor­del, una abundante vegetación de monte bajo delimita las 45 varas castellanas (37,50 m.) de anchu­ra legal que le corresponden.

Durante el descenso por el ba­rranco conocido como “El Jondi­llo”, lentiscos, romeros, retamas y algunas encinas dispersas se van haciendo cada vez más abundan­tes. No es extraño en época de re­colección de espárragos silvestres encontrar a numerosas personas buscando los apreciados vástagos por entre el matorral noble.

También resulta interesante este descenso desde el punto de vis­ta geomorfológico y paisajístico ya que permite sumergirnos en la historia geológica a través de una magnífica ventana que el río en esta acusada curva ha marca­do. Entre las areniscas rojas del Triásico (formadas hace más de 200 millones de años) se van a ir intercalando conglomerados ba­sales del mismo periodo. Es acon­sejable detenernos en uno de los recodos para contemplar la pano­rámica que nos ofrece el meandro encajado del río: enfrente, aún en la provincia de Jaén, el promon­torio de “las laderas del Vicario o de Bretaña”, con pendientes muy acusadas y escasa vegetación de­lata la vocación ganadera.

Descenderemos hasta el mismo lecho del río, para comprobar el poder erosivo de éste y cómo ha labrado y horadado el meandro hasta hacer que los materiales más antiguos como las pizarras del Paleozoico afloren al exterior. Podríamos incluso buscar una si­militud con el meandro de Mon­toro. Precisamente, el encajona­miento del río hizo que durante muchos años existiera en este enclave un vado por el que cruzar a la orilla opuesta.

Una vez en la orilla, remontare­mos el río por el borde entre la vegetación ya de ribera donde van a predominar fresnos sauces y tarajes en primera línea y ex­tendiéndose por la llanura aluvial, álamos blancos, negros y cañas.

En dirección a la desembocadura del río Yeguas, algunos pequeños arroyos que cruzamos aparecen bordeados por una exuberante ve­getación ripícola (propia de este ecosistema) por la que ascienden hiedras y que dan cobijo a un sinfín de ruiseñores, mirlos, mos­quiteros y demás aves de estos ambientes ribereños.

La llanura aluvial se va haciendo más extensa, como límite a los cultivos de olivar adyacentes, en discordancia con la orilla opues­ta donde la pendiente es mayor y no permite apenas el depósito de sedimentos. Esta llanura limo­sa por la que discurrimos incluye uno de los puntos de vegetación más curiosos e interesantes de este sendero: preciosos enebros de gran porte piramidal aparecen dispersos por entre los fresnos y tarajes.

En la ladera de nuestra izquierda nos sorprende la mole rojiza del edificio de San Camilo, una impre­sionante construcción que data del siglo XVIII. La importancia de esta compleja hacienda queda re­flejada en un documento del siglo diecinueve redactado por Luis María de las Casas-Deza: “mag­nífico plantío de olivar de 40.000 pies, molino de seis vigas, cuatro de ellas de marca mayor, excelen­te casería y oratorio”

Dejando a un lado la hacienda de la Garabitera, vale la pena alcan­zar la desembocadura del río Ye­guas conocida como “La Boca del Río” para descubrir una vegeta­ción de ribera excepcional, donde el verde claro de los fresnos se en­tremezcla con el pálido de tarajes y álamos. El Yeguas viene escol­tado por tamujos y adelfas y las oscuras piedras del lecho apare­cen pulidas, con formas curiosas que el agua ha labrado a lo largo del tiempo. Si prestamos atención a las rocas, podremos observar restos de alguna nutria asidua de este lugar, posiblemente aposta­da en la desembocadura, donde la confluencia de los dos cauces es un pescadero perfecto.

Si optamos por remontar el río Yeguas, disfrutaremos de una ri­bera caprichosa que nos recuerda lo que fue el magnifico bosque de ribera cubierto hoy en día aguas arriba por el embalse del Yeguas. El río serpentea a un lado y a otro, capricho fluvial que ha dado el topónimo de La Herradura a la zona.

ObservacionesSi optamos por ampliar esta ruta, al llegar a la desembocadura, po­demos seguir paralelos y remon­tar el cauce del río Yeguas hasta llegar a la presa del mismo nom­bre a tan solo cinco kilómetros y medio, aguas arriba.

Este artículo viene de: http://www.rutasdelsur.es/node/432.




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